sábado, 28 de diciembre de 2019

LOS OCÉANOS DE SILLMAREM II. EL MUNDO DE EKATÓN. (2020)






Sinopsis


El señor de Ekatón, aguarda en silencio y aparentemente tranquilo, viviendo un forzado exilio impuesto por los señores de Sillmarem. Pero nada es lo que parece, algo oscuro y profundo se haya oculto en su enigmática mente…


Capítulo


LÁGRIMAS DE SANGRE


“Lo eterno nunca ha ignorado la belleza ni de nuestras grandes creaciones ni de nuestros pequeños actos de buena voluntad”.


Noah Salek.

(Los tesoros del alma)


Sus escudos de plastimat se abrieron en espiral en el dorso de sus guanteletes mostrando el símbolo de los Delphinasills, la espiralada estrella de Sill. Diminutas chispas azuladas de electricidad estática brillaron en sus bordes mientras desembocaban en los jardines imperiales. Bajaron raudos por unas amplias escalinatas, topándose de frente, en una gran plaza circular, con el símbolo de las dos águilas de platino en su centro. Diez guerreros con el rostro inclinado hacia el suelo, cuyas capas negras no ocultaban sus protecciones de piernas, pecho y brazos, les aguardaban. 

Sus facciones se hallaban ocultas por unas máscaras de plata que impedían discernir cualquier sentimiento o gesto humano en su rostro. Con las piernas abiertas, cada uno apoyaba su mano derecha sobre un largo bastón negro, en cuya punta parpadeaba una rojiza luz. La lluvia les golpeaba sin arrancar de ellos ni el más mínimo gesto. Los relámpagos de la tormenta dibujaban fantasmagóricas sombras de sus siluetas. Más allá, a sus espaldas, otros diez guerreros rodeaban a Rebecca y al Príncipe Umasis, obligándoles a embarcar en un transporte.

—Quietos —susurró Valdyn.

—Se los llevan, Val…—dijo Troya. 

Valdyn tecleó una orden a Elektra en su intercom; seguiría a la nave para saber a dónde se llevaban a Rebecca y al Príncipe. 

—Ahora debemos encargarnos de éstos, luego iremos a por Rebecca y el Príncipe Umasis —dijo Valdyn. No os separéis.

Han y Zore se situaron a la derecha de Valdyn, Ethne extendió su red a su izquierda, Troya y Novak se situaron tras él, y Thoth se colocó en el centro. 

Trozos de hojas arrancados por el viento cruzaron entre ambos grupos; el tenso silencio se quebró como una brizna de paja cuando uno de los guerreros se quitó la máscara, inundándole un potente brillo violáceo que cegó a los Delphinasills dejándolos, por unos segundos, aturdidos. 

—No veo nada…—fueron las últimas palabras que dijo Troya antes de resbalar al suelo mojado de lluvia.



No muy lejos de allí, Elektra sabía de sobra que si atrapaban a los Delphinasills, podían utilizarlos como moneda de coacción frente a los líderes de sus pueblos. No había que olvidar que pese a ser increíbles guerreros habían sido educados para gobernar. Eran príncipes con todo el peso de la palabra, destinados a liderar planetas, y en sus espaldas recaía un inmenso poder. Sus misiones eran siempre arriesgadas, y a su juicio como experta en seguridad militar, de no ser por sus poderes, serían una presa muy fácil ante cualquier atentado. ¿Y si sus poderes fallan? Prefirió no pensar en ello. No era bueno depender de una única línea de defensa y lo sabía.

Elektra recibió la orden de Valdyn. Debía perseguir al transporte que llevaba a Rebecca y al Príncipe Umasis. Descodificó los parámetros orbitales de aquella nave y copió sus coordenadas. Les seguirían y aguardarían hasta la llegada de Valdyn, si es que llegaba. Mientras su transporte surcaba el cielo hacia la estratosfera, sus holopantallas captaron las imágenes de los jardines imperiales. Resplandores y estallidos de luz multicolor palpitaban sobre las copas de sus árboles con tal intensidad, que a punto estuvo de desobedecer las órdenes del Señor de Sillmarem. Se obligó a sí misma a hacer de tripas corazón y aumentó la velocidad de su nave. En ese instante, un fuerte estallido de luz violácea tumbaba de un solo golpe a los Delphinasills. 

En la superficie, Valdyn apenas pudo crear un escudo cóncavo de protección con sus lazos de energía, reteniendo, con gran dolor, los disparos láser que escupían los guerreros de la máscara plateada por sus largos bastones oscuros. La lluvia caía con fuerza, y una cadena de raíces eléctricas retumbó en la oscuridad. De no ser por la veloz reacción de Valdyn, sus escudos y sus bioarmaduras, habrían perecido al instante. 

¡No veo, maldita sea! —gritó Troya. 

— ¡Desarmadlos, quitarles las armas! —rugió Valdyn. Cread un semicírculo con vuestros escudos.

Ethne logró incorporarse del suelo lanzando su red sobre el cuerpo de dos guerreros de Ekaton, y descargando un potente latigazo psíquico que les hizo caer de rodillas, aturdidos. 

Circunstancia que aprovechó Thoth para desarmarlos con dos grandes y ardientes esferas de luz. Casi al unísono, Han y Zore soltaron su garra eléctrica, desarmando a otros tres guerreros. Novak se elevó y activó su lanza de Delphinasill; su extremo se abrió con una flor metálica escupiendo varias descargas láser sobre las manos de otros tres guerreros del Conde. Los dos últimos bastones oscuros estallaron en las manos de sus portadores al recibir una cegadora ola de energía blanca de Valdyn. 

—Se comunican entre ellos por infrasonidos —dijo Troya sintiendo cómo uno de los guerreros se abalanzaba sobre él. Debemos separarlos y neutralizarlos.

Súbitamente, Troya sintió cómo una serie de círculos hipnóticos le provocaban el sueño al tiempo que su atacante se quitaba el guante derecho, mostrando las yemas de unos dedos incandescentes como luciérnagas, que atravesaron su armadura por el hombro, quemándole la piel y el músculo.

—Dioses quema, quema. ¡Quitádmelo de encima! gritó, esforzándose en vano por desenvainar su espada.

—Cuidado con el círculo de piedra… —fue lo último que pronunció antes de perder la consciencia. 

Los gemelos dirigieron su garra eléctrica hacia el atacante de Troya, haciéndole morder el polvo, comprobando perplejos cómo al instante de morir su cuerpo se incineraba sin dejar ni rastro. 

No quieren dejar rastros. Son como los guerreros que dijo Rebecca —dijo Han.

— ¿Qué ha querido decir Troya con lo del círculo de piedra?
—preguntó Zore. 

—Creo que ya lo sé —gritó Ethne notando cómo el círculo de la plaza donde se hallaban comenzaba a girar sobre sí mismo y a tomar altura, cada vez con más velocidad. 

— ¡Maldita sea, es una plataforma! —gritó Thoth al tiempo que disparaba una cegadora lluvia de esferas de luz carbonizando a tres guerreros de Ekaton. 

—Salgamos de aquí —dijo Novak disparando con toda la potencia de su arma sobre los dos guerreros derribados por Ethne. 

Ambos se incineraron al instante. Aún quedaban cuatro en pie.

—Novak, baja a Troya hasta la playa, deprisa. Vuelve tan rápido como puedas —ordenó Valdyn al ver que cada vez volaban más alto y que la plataforma se alejaba de la fortaleza.

La lluvia le hizo resbalar comprobando que la plataforma empezaba a inclinarse hacia un lado, en tanto Novak levitaba cogiendo con ambas manos a Troya. Ya sobrevolaban las rocas de los arrecifes; rojizos puñales de luz impactaron en el costado de la armadura de Valdyn, arrancándole un fuerte gemido de dolor. Apenas pudo agarrarse al borde de la plataforma que giraba y se inclinaba cada vez más deprisa. Los cuatro guerreros de Ekaton se elevaron en el aire aprovechando la ventaja de la altura. 

— ¡Y además vuelan! ¿Será posible? —rugió Thoth sujetando con un brazo a Ethne mientras sus pies bailaban sobre el vacío.

Deben tener cinturones anti-g —chilló Han. 

Zore sintió cómo su pecho recibía una lluvia de dardos biotérmicos. Se desplomó y resbaló por la plataforma circular. Han gritó desesperado. 

¡Thoth haz algo! —pidió Valdyn.

—No puedo, tengo a Ethne, no puedo… Dioses.

—Tenemos que dejarnos caer o nos freirán —dijo Ethne. 

—Estamos a demasiada altura —dijo Valdyn viendo desesperado, entre las gotas de lluvia, cómo el cuerpo de Zore caía al vacío. 

Por poco no arrastró con él a Novak, que apenas lo sujetó levitando con él hasta depositarlo con brusquedad en la playa, al lado del cuerpo de Troya. Retomó el vuelo tan rápido como pudo, estaba tan agotado que casi no podía respirar. Su anulación natural de la gravedad exigía de él un enorme esfuerzo, no pudiendo prolongarlo mucho tiempo. 

Dejaros caer al agua. Vuestras bioarmaduras soportarán el impacto —gritó Valdyn.

—Será como caer sobre un muro.

—Debemos pedir un transporte —gritó Ethne viendo cómo Valdyn, de nuevo, los protegía con otro escudo de energía de nuevos ataques de los guerreros de Ekatón.

—Vamos a morir a manos de estos bastardos —gritó Han recibiendo de pleno una descarga de círculos expansivos sonoros, emitido por ambos brazos de un guerrero de Ekatón. El cuerpo de Han también cayó. 

— ¡Soltaros o moriremos todos! 

—Nos rematarán —dijo Thoth.

—No, si puedo impedirlo. 

Thoth se soltó y se dejó caer junto a Ethne. Novak no pudo contener la caída de Han. Valdyn, en un intento desesperado, alzó una mano y se despojó de su guantelete aprovechando el aire electrificado de la tormenta. Un fulgor rodeó su brazo formando un campo electromagnético que usó para desplazar la plataforma contra sus confiados adversarios, arrastrándolos al vacío e incinerándolos en el aire al quebrarse sus cuellos. A continuación, formó algunas bolsas de energía para amortiguar tanto su caída como la de sus amigos. 

El impacto del agua hubiera sido mortal de no ser por sus bioarmaduras. Comenzó a bracear viendo cómo los cuerpos exhaustos de Thoth, Ethne, Han y Novak ganaban la orilla, derrumbándose sobre la arena como pesos muertos. Habían salvado la vida por muy poco. Valdyn envió un mensaje de socorro a sus Xiphias, y en un par de minutos, varios deslizadores los recogieron transportándolos a una fragata médica. Sabía que debían continuar tras la pista de Rebecca y el Príncipe. Se dio cuenta de que pese a la superioridad de sus poderes, si no luchaban con coordinación, podían perecer con facilidad frente a cualquier enemigo organizado. Pensó en su hijo, en Sarah, y en lo poco que había faltado para no poder verlos nunca más... 







Edición con nuevo formato del tercer y cuarto libro de la pentalogía de Sillmarem, reunidos en un único volumen.




ISBN 13: 978-84-615-4396-0

























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