LA PALABRA
Tú, atenta compañera del viajero fiel a los caminos recorridos por ti a través de los siglos y el papel. Tú, cuyo destello de vida se inicia dulce y calladamente con la impaciente caricia de los dedos por darte el ser, imprimiéndote en la inmaculada sábana de la ignorancia...
En una remota tierra de leyenda, tres
caminantes: Un hombre llamado Hiroshi, un muchacho con el nombre de Satoru y
una chica conocida como Mayumi, fueron a lo alto de una montaña en busca de la
sabiduría de un viejo maestro. Cuando se encontraron frente a su persona, este
les dijo las siguientes palabras:
—Solo un requisito es necesario para
disponer de todo mi saber. Adivinad este enigma, mis queridos huéspedes… —dijo
el viejo maestro.
Mayumi asintió en silencio, aceptando el
desafío lanzado por el anciano.
Hiroshi y Satoru cruzaron sus
miradas, intrigados por el desenlace de tan peculiar duelo.
—Bien, allá va: tierna amante dormida,
cuyo despertar tan solo se inicia en el leve y atento gesto de la mirada, y con
ella cobra forma, color, brillo y distancia —comenzó a decir el viejo Sabio. Durante un par de
segundos más permaneció pensativo y prosiguió su exposición con sonriente
despreocupación—. Tierna amante que enseña, engaña, hace, deshace, miente y
alaba.
Que enfrenta y pacifica por
igual. Sirviente de reyes y mendigos, del bondadoso y del mezquino, del corazón
oscuro y del divino.
Alimento de la mente, ungüento de las
heridas del alma. Tú, que otorgas tus bienes al constante, esperanza al perdido
y luz al ignorante. Tú, que nombras lo desconocido. Tú, que conduces al sabio
hasta las manos del mismo creador. Tú, tierna cortesana, fina dama, arquitecta
de lo sórdido y lo sublime, de lo humilde y lo mundano.
¿Qué haría yo sin ti para hallar los
consuelos de mis desvelos y de mi alma inquieta, sedienta de saber y de luz? Inapreciable don de los dioses y de los
hombres, cuyos labios te despiden felices o airados, tristes o enamorados.
En tu atenta devoción por
el conocimiento, das forma y voz al silencio del pensamiento. Dime, ¿qué harían
sin ti los hombres sedientos del padre espíritu, si no perderse en la nada de
su yo eterno? Tú, atenta compañera del viajero fiel a los caminos recorridos
por ti a través de los siglos y el papel. Tú, cuyo destello de vida se inicia
dulce y calladamente con la impaciente caricia de los dedos por darte el ser,
imprimiéndote en la inmaculada sábana de la ignorancia. Porque tú eres la
hermana airada del silencio, furiosa enemiga declarada de la ignorancia, gentil
al susurro, humilde al que sirve al eterno, a sus hermanos y hermanas. Tú eres…
tú eres… —el sabio guardó silencio, observando con interés a la muchacha...
El relato corto “La palabra”, ha sido publicado en la revista literaria “Narrativas”, en el año 2011, siendo posteriormente incluido en el título: Universos imposibles.
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