lunes, 13 de febrero de 2023

FONDOS ABISALES

 



UNIVERSO MARINO DE SILLMAREM



 Fondos abisales


“El temor, infundido y divulgado sistemáticamente, quiebra la esperanza y la voluntad de luchar contra la injusticia”.

Conde Alexander Von Hassler.

(La mano invisible del poder)



Mutan-Tay había logrado contactar con una patrulla de cazas Xiphias orbitando cerca del sistema planetario de Sillmarem (Stephan le había facilitado en su momento las coordenadas aproximadas de la situación del planeta), su transporte fue ubicado posteriormente en una nave-nodriza y él fue conducido a la presencia de un tal Capitán Kotis. Tras pasar el periodo de descontaminación y los posteriores análisis de seguridad e identificación, fue trasladado a la superficie orbital del planeta, concediéndosele permiso de entrada en una lanzadera espacial de alta seguridad. No pasó un periodo muy largo de tiempo, cuando el Capitán Kotis le invitó a pasar, siguiéndole después. Un golpe seco de la esclusa y pudo percibir el cosquilleo de las maniobras de descenso del aparato.

Trató de asomarse por la ventanilla, pero escoltado a ambos lados por dos corpulentos Xiphias, no pudo por menos que lanzar una valorativa mirada al Capitán Kotis que, frente a él, no perdía ojo del más mínimo gesto del guerrero Shinday, mientras recibía y lanzaba órdenes por su intercom de pulsera.

¿Y ahora qué?, pensó Mutan-Tay.

Kotis hizo un discreto gesto a uno de sus hombres y Mutan-Tay sintió cómo una pistola le inyectaba en el cuello una sustancia anestesiante; el sueño lo invadió con increíble rapidez.

Horas más tarde, Mutan-Tay apenas si tenía fuerzas para alzar sus parpados. Una azulada luz iluminaba lo que le pareció ser un camarote de transporte espacial, sintió a alguien moverse a su derecha, una voz familiar le susurró algo al oído:

—Lamento el trato dispensado, pero es por motivos de seguridad tanto vuestra como nuestra, nos espera un largo viaje, descansad.

Mutan-Tay intentó combatir el sueño, pero, muy al contrario de sus deseos, le venció profundamente. Hubo momentos de ligera lucidez, durante los cuales le pareció embargar la sensación de ser transportado, de percibir voces lejanas, conversaciones cortas y apresuradas e incluso, para su sorpresa, el inconfundible olor del mar. Aunque al final sólo había más sueño, más silencio y más incertidumbre.

Después de un lapso temporal (ignoraba cuanto), Mutan-Tay vio que se hallaba libre y con ropa limpia, pudo observar su capa perfectamente doblada sobre un levita-sillón. Giró su cabeza y miró estupefacto, a través de una ventanilla de ojo de buey, las evoluciones de extraños peces abisales.

Se incorporó y acarició la frente, confusa. Se acercó y, más por hábito e instinto que por otra cosa, se vistió.

Las luces del corredor se encendían automáticamente a su paso para después apagarse en una negra oscuridad, ahorro de energía, muy práctico, pensó Mutan-Tay. Acarició la pared de su derecha, fabricada con un material desconocido para él y muy suave al tacto; a lo largo del curvado corredor, la pared se transparentó mostrándole un espectáculo sólo conocido por unos pocos.

Cual racimo de uvas, cinco Aquaesferas unidas por sus respectivos túneles y embudos de comunicación recibían y traspasaban todo tipo de información y mercancías. Innumerables transportes submarinos se desplazaban a gran velocidad en distintas direcciones. Una enorme nave espacial de Sillmarem deslizó sus portones de carga soltando grandes contenedores de equipo, siendo delicadamente conducidos por pequeños vehículos guía de amarre. Mutan-Tay observó los peculiares trajes submarinos de algunos Xiphias, con numerosos discos diminutos que proyectaban chorros de agua, permitiéndoles desplazarse a gran velocidad en el líquido elemento. Luces coloridas mostraban, con nitidez, las colosales formas de aquellas bases submarinas. Mutan-Tay percibió que podían desplazarse con autonomía o unidas a otras bases, formando pequeños racimos transparentes. Sus sistemas de camuflaje eran simple y llanamente soberbios. El dominio que aquellas gentes poseían de la tecnología marina le aturdió. ¿Estaba en Sillmarem?

—Bonito espectáculo, ¿no creéis? Muy pocos lo han visto —le comentó el sonriente rostro de un Xiphias elegantemente vestido con su azulado uniforme de oficial. Mutan-Tay creyó reconocer su voz.

— ¿Kotis? —susurró Mutan-Tay. Sus elegantes botas de caña alta, el escudo de Sillmarem bordado en plata sobre su pectoral izquierdo y la clásica boina escarlata de los Xiphias impresionaron por un momento al viejo Rebelis.

El oficial asintió invitándole a seguirle con un elegante gesto. Mutan-Tay dudó, pero al final se dejó vencer por la curiosidad.

Una vez más, tras cruzar algún que otro corredor, sus ojos se vieron desbordados por la inusual belleza del salón que le recibía abriendo sus puertas automáticamente. Hermosos muebles clásicos decoraban, con sencillez y exquisito gusto, la estancia con una amplia bóveda decorada de hermosas pinturas marinas y mitológicas. Avanzó viéndose rodeado de multitud de figuras arqueológicas, joyas antiguas pulcramente protegidas en vitrinas, extraños utensilios de pesca, máscaras tribales de los mundos de Indha y, al final del todo, la severa figura de Chakyn Chakiris, aguardándole mientras le servía una taza de inconfundible té Rebelis. El jefe de científicos de Sillmarem era una figura conocida por Muta-Tay, Stephan Seberg le había informado sobre su persona.

—Sentaos, os lo ruego, sed mil veces bienvenido a Sillmarem —saludó Chakyn alargándole la taza e invitándole, con suma cortesía, a sentarse.

Mutan-Tay dejó que el calor de la taza calentara sus manos e inhaló con deleite el aroma que desprendía. Chakyn Chakiris sonrió.

—Me consta que habéis tenido un viaje difícil y no exento de peligros —añadió Chakyn con suavidad.

— ¿El mundo de Sillmarem es así… completamente marino? —preguntó con timidez Mutan-Tay, casi avergonzado por su ignorancia. Chakyn sonrió comprensivo.

—Esto que veis es sólo su parte marina, sus fondos abisales, para nosotros es ahora el único refugio seguro que nos queda, por el momento… La superficie ha sido arrasada por los Koperian y las tropas del Conde, la tierra de nuestros antepasados es ahora ruinas, dolor, muerte y cenizas —aclaró con amargura Chakyn.

—Han atacado Sillmarem —susurró Mutan-Tay perplejo—. Entonces es cierto… Las holo imágenes de los noticieros de la estación de Andriapolis-Alpha no mentían…

—Así es —respondió Chakyn.

—Ese ejército desconocido…

—Los detalles para después —cortó Chakyn, con más sequedad de la que hubiese deseado.

—Stephan tenía razón, él sabía que esto podía pasar aunque ignoraba cómo, pero los campos de ocultación ¿Cómo los han superado? —preguntó Mutan-Tay sorprendido.

—Tenéis razón, Stephan nos advirtió sobre el Conde, pero no le concedimos la importancia que merecía y ahora este factor desconocido, este extraño ejercito… Ya es tarde y nos toca pagar nuestra imprudencia. Pero, decidme, ¿qué puedo hacer por vos? —preguntó Chakyn observándole con tranquilidad y zanjando la cuestión con brusquedad.

—Mi Señor, os doy las gracias por escuchar mi llamada de auxilio, me temo que el resto de mis camaradas no hayan tenido tanta suerte —aclaró Mutan-Tay.

— ¿Eso incluye a Stephan? ¿Ha caído? —preguntó con inquietud Chakyn.

—Fuimos sorprendidos por un comando de Walkirias cuando íbamos a tomar un transporte en las afueras de Andriapolis-Alpha, apenas logré escapar, por muy poco

—aclaró Mutan-Tay.

— ¿Walkirias?, ¿cómo os identificaron y localizaron? —inquirió un alarmado Chakyn.

—Lo ignoro por completo, mi señor, pero nada pudimos hacer por evitarlo —susurró con frustración el viejo guerrero Shinday.

—Es algo muy extraño, no es casual, de alguna manera lograron detectaros y seguiros el rastro… Dime, tu Señor está…

—Vivo…, la última vez que lo vi al menos.

—Entiendo. ¿Qué puedo hacer por vos? —preguntó Chakyn, aún conmocionado por la noticia.

—Tengo órdenes de ponerme a las órdenes de Sarah Seberg, princesa Rebelis de Sisfrón y consorte del señor de Sillmarem —explicó Mutan-Tay.

— ¿Con qué fin?

—Con el de acabar de una vez por todas con el Conde Alexander Von Hassler. Las sospechas de mi Señor son ahora certezas. ¡Ojalá lo hubiéramos sabido antes!, aunque ya no es tiempo de lamentarse. Sólo sé que mi pueblo nunca tendrá paz hasta que ese hombre deje de existir —sentenció Mutan-Tay, sin molestarse en ocultar su odio.

— ¿Y cómo pensáis hacerlo?

—Enviamos un comando para neutralizarle

—especificó Mutan-Tay.

— ¿Intentasteis eliminar al Conde? —inquirió Chakyn, estupefacto.

—Sí, logramos introducir un comando en su planeta, llegaron hasta Thanos, la capital del planeta Ekatón

—explicó el viejo guerrero Rebelis.

— ¿Y el resultado fue…?

—No sabemos con certeza donde están, lo que es seguro es que no han tenido éxito —aclaró Mutan-Tay.

—Si fracasaron, habrán sido eliminados —soltó Chakyn con resignación.

—Tenemos nuestras dudas, les insertamos un biolocalizador, sus constantes vitales son estables, pero muy lentas, y lo más desconcertante es que hace tiempo que no se mueven, parecen congelados, como si estuviesen sumergidos en un estado de hibernación, vivos, pero no activos —señaló Mutan-Tay.

— ¿Sabéis dónde se hallan sus cuerpos? —preguntó, francamente intrigado, Chakyn, pensando con rapidez.

—Poseemos la localización exacta, junto a un plano reciente de los interiores del recinto donde están y creemos que es el palacio del Conde en Thanos, aunque podemos estar equivocados, no disponemos de nada más —aclaró Mutan-Tay.

— ¿Cómo lo habéis logrado? Ese plano podría ser vital…

—Con los biolocalizadores; a medida que avanzaban nuestros hombres se dibujaba un mapa virtual de la zona conectada con nuestra fuente de seguimiento, actuaron cual sondas humanas, tuvimos que cortar la señal para no delatar nuestra posición de origen, pero no sin antes almacenar el plano y los accesos del recinto —explicó Mutan-Tay con sencillez.

—Un sistema tan sencillo como eficaz —admitió Chakyn cada vez más sorprendido—. ¿Y ese plano…?

Mutan-Tay se alzó tras posar con sumo cuidado su taza de té sobre una bandeja a su izquierda.

—Me fue ordenado entregárselo por Stephan a los Niskatares y estos al Príncipe de Sillmarem, en mano; está insertado en un dispositivo de memoria en este puñal...

—Entregármelo a mí tendrá el mismo valor

—comentó Chakyn, tanteando la reacción del viejo Rebelis.

—Sólo puedo entregárselo en mano al legítimo señor de Sillmarem o a Sarah Seberg, su consorte y princesa Rebelis —especificó Mutan-Tay, buscando con la mirada una posible salida de aquel lugar.

—Entiendo.

Mutan-Tay ignoraba que Valdyn y Sarah habían presenciado la conversación de su nuevo visitante, ocultos tras una habitación de seguridad anexa al salón equipada con dispositivos de seguimiento y vigilancia.

Chakyn les había insistido por motivos de seguridad, por si Mutan-Tay fuera algún tipo de Metamorfo más sofisticado y capaz de engañar a sus sistemas de detección.

En pocos segundos se introdujeron en la estancia, Mutan-Tay identificó a Sarah gracias a la foto que Stephan siempre portaba en su portarretratos colgado en el cuello junto a la foto de su madre. La vivaz niña de rasgados ojos azules se había convertido en una mujer tan hermosa como poderosa…

Mutan-Tay inclinó respetuosamente la cabeza a forma de saludo.

Valdyn y Sarah se aproximaron, sin molestarse en ocultar la preocupación en el semblante de Valdyn y el dolor reflejado en la expresión de Sarah.

—Entonces mi padre está muerto —murmuró Sarah.

—Me temo que es algo mucho peor, mi dama, está en manos del Conde Alexander Von Hassler, señor de Ekatón.

—Eso quiere decir que todavía vive…—comentó Valdyn.

—O algo peor… Mucho peor…—gimió Sarah ocultando el rostro con ambas manos.

— ¿Y ese puñal? —preguntó Sarah con ansiedad.

Mutan-Tay se acercó y le entregó un puñal de fina manufactura Rebelis con dos dragones enfrentados, tras desenfundarlo de una vaina hábilmente oculta en su cintura. Sarah acercó para sí el puñal comprobando cómo, a su tacto y reconocimiento de su ADN, el ojo de uno de los dragones se activó e iluminó, desplegándole un holomapa virtual de aquel lugar.

—Este mapa puede sernos útil, muy útil…—susurró, ensimismada, Sarah—. Muy útil…

—Sólo os haré una petición, mi dama —solicitó Mutan-Tay.

—Hablad —ofreció Sarah.

—Una pequeña petición.

—Os lo ruego, pedid —insistió Sarah, alzando una ceja extrañada.

—Solicito me ayudéis a recuperar a Asey, o lo que aún quede de su persona...—pidió Mutan-Tay.

—Contad con ello, pondré al corriente de tu mensaje al resto de Delphinasills, te pondrás a mi servicio a partir de este mismo instante…

—Será para mí un honor —asintió Mutan-Tay inclinando la cabeza.

—Aún no sé cómo vamos a ayudar a tu nación, estamos en una situación muy grave, la peor crisis que nunca hayan conocido nuestros pueblos —explicó Chakyn, con el semblante ensombrecido por oscuros presagios.

—Mi Señor, la totalidad de los guerreros Rebelis han sido puestos en alerta por Asey, están acumulando municiones y víveres a la espera de nuevas órdenes

—explicó Mutan-Tay, mirando de reojo a Sarah, quien asintió en silencio.

—Obedecerle a él, es obedecerme a mí —aclaró, Sarah.

—Las vuestras…

— ¿Las mías? —preguntó Valdyn, perplejo.

—Mi Señor, Asey ha seguido durante estos años los movimientos del Conde, durante este tiempo ha trasladado a nuestras familias a lugares seguros, dejando preparada una fuerza rápida y eficaz de guerreros experimentados para, dada la ocasión, neutralizar al Conde —señaló Mutan-Tay.

— ¿De cuántos efectivos disponéis?

—De unos siete millones de guerreros aproximadamente, esparcidos por diferentes lugares de los Sistemas Fronterizos, aguardando órdenes; a una señal vuestra, les haremos probar la cólera de los leones Rebelis.

— ¿Tantos? Bien, seguidme, le diréis lo que me habéis contado al resto de Delphinasills, puede que encontremos la forma de acabar con el Conde de una maldita vez por todas —terminó por decir Valdyn mientras Mutan-Tay le seguía de cerca escoltado por el Capitán Kotis preguntándose, en silencio, qué se traía entre manos su señor y si en verdad existía una forma de acabar con aquel diabólico genio.





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