Extracto perteneciente al título: La flor sin nombre.
La dama
Un día dando un paseo por el bosque, decidí conocer un
camino nuevo, comenzar algo diferente, en ocasiones te permite descubrir
cosas diferentes. Así que, anduve al lado de un estrecho riachuelo por
un rato, el alegre sonido de su agua me llevo hasta un pequeño charco
salpicado de diferentes ranas. Curiosamente, el roce de un extraño ruido
me llamo la atención. No pude resistirme y me asomé, comprobando para
mi sorpresa cómo una pequeña niña, morena de ojos verdes, no paraba de
coger cosas que colgaban de los árboles, aunque cuanto más me acercaba
no lograba distinguir qué era…
— ¿Qué es lo que haces, niña? —le pregunté.
Lejos de asustarse me contestó: —Cojo palabras y las guardo en este saquito de aquí…
Aunque por más que me esforcé, no pude ver ninguna palabra, ni ningún saquito…
Le volví a preguntar: — ¿Y para qué las quieres?
—Es
muy fácil —me dijo la pequeña—. Las froto hasta convertirlas en polvo
de esperanza, y así las esparzo por los bosques, para que con la llegada
de cada primavera, quién las respire, le otorgue nueva vida en su
interior…
De repente y para mi sorpresa, alzó una de sus manitas y
sopló con una fuerza inesperada en una niña de su edad… recuerdos,
hermosos recuerdos y sentimientos, entrelazados con palabras largo
tiempo olvidadas, despertaron en mi interior, … demasiado tiempo…
No pude resistir mi curiosidad y le pregunté una vez más:
—Oye, ¿y qué “palabras” son esas?…
La chiquilla me respondió alegre: —Fe, esperanza, compasión, amor…
—Tu trabajo es muy curioso —le dije—. ¿Cómo te llamas?
—Bueno… algunos me llaman “la dama de las palabras olvidadas”, otros me llaman… conciencia.
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