Extracto perteneciente al título: Crónicas de un mundo marino.
Energía
“Sin energía, la tecnología se sumerge en un profundo sueño de estancamiento y con esta misma, cualquier deseo de los hombres”
Conde Alexander Von Hassler.
(Controla la energía y controlaras la vida de cualquier civilización desarrollada).
Las paredes de oscuro mármol, de aquella pequeña y redonda sala a prueba de dispositivos espías, en el palacio de Thanos, en el planeta Ekatón, otorgaban la intimidad que necesitaban el Conde y nuevo Imperator para trazar sus planes con Mesala, en la toma del mayor centro energético del universo conocido, el planeta Krystaluss-Nova y sus archifamosas minas de Vignis. La cúpula que hacía las veces de techo, como en las paredes y demás estanterías incluyendo las puertas, exhibía cuidadosamente colgada, una extraordinaria colección de las más diversas armas, que el Conde había adquirido por sus interminables viajes dentro y fuera de las fronteras del Imperio. Nunca dejaba de sorprenderle la incombustible imaginación del hombre para la creación de tales instrumentos al servicio de la muerte. Ejercían sobre su ánimo una fascinación casi obsesiva.
Dagas de Indha, antiguas hachas de doble filo de Septem, katanas de manufactura Shinday, lanzas de Zankla, discos cortantes de Invenio, tecno armaduras de asalto de la Interfederación de planetas libres en los comienzos de su fundación…
Las botas de caña alta de Mesala reposaban sobre una alfombra negra, con una enorme Walkiria bordada en su mismo centro de color platino. A una discreta señal de Mesala, dos fornidas Walkirias se retiraron cuidándose mucho de importunar a las mascotas del Conde, Calígula y Nerón, sus adoradas panteras negras dientes de sable.
—Mi querido Mesala, hora es ya de tomar las riendas de ese pura sangre desbocado en el que se ha convertido el Imperio, seguiremos la siguientes líneas maestras de mi plan, tal como acordamos. Alerta a mis agentes secretos en Kristenia, el momento que tanto esperábamos ha llegado —ordenó el Conde dejando caer con pereza, sobre la alfombra, sus guantes de cuero negro.
—Mi señor, ¿qué deseáis que haga? —preguntó Mesala siempre alerta y presto a cumplir las órdenes de su señor.
—Primeramente, me gustaría en vez de ver Krystallus-Nova como una conquista económica, la vieses como una llave de poder, mi buen Mesala —sugirió el Conde, observando la fornida figura de su Senescal.
— ¿Una llave de poder energético? —preguntó Mesala con curiosidad.
—Exacto.
—Puede ser un arma de doble filo —objetó Mesala con duda.
—Si nos hacemos con el control de las minas de Vignis y su producción en Krystalus-Nova, someteríamos a todas las civilizaciones actuales del universo bajo un único mando; con esta dependencia energética, ya nada ni nadie podría pararnos los pies, convirtiendo a las sociedades actuales más avanzadas en un gigantesco sistema multigaláctico colectivista, bajo las ordenes del estado, incluyendo dentro de nuestro amado Imperio.
Las usaríamos como pequeños racimos de satélites de poder, sometidos a mi voluntad; sin energía nada funcionará, nada. Se paralizarán hasta las últimas de sus estructuras sociales, aunque usen sus recursos alternativos, apenas contarán con los medios energéticos básicos para su sostenimiento vital. Incluso sus sistemas de defensas, estarán bajo mínimos —razonó el Conde acariciando el lomo de una de sus panteras, con esa despreocupación que en él era tan habitual.
—Forzaremos su aislamiento y el caos —observó Mesala pensativo—. Pero, todo esto, ¿para qué?, ¿con que finalidad? —preguntó acariciándose el labio inferior, con su dedo índice, el Senescal del Conde.
—Inculparemos a los Sillmarem aprovechando la confusión y las disensiones, con nuestras tropas Imperiales extenderemos las fronteras del Imperio sobre cada planeta habitado por el hombre, nos adueñaremos del futuro, su futuro de una vez por todas —sentenció el Conde.
— ¿Inculpar a los Sillmarem de adueñarse de las minas de Krysstallus-Nova? Será una tarea complicada
—especuló Mesala.
—Pero no imposible, es cuestión de aplicar el plan adecuado.
—Entiendo.
—Los Koperian culminarán nuestra obra con el exterminio de Sillmarem, será un Jaque mate perfecto, digno de mi persona —comentó con autocomplacencia el Conde.
—Mi señor, en su desesperación, los pueblos libres se pueden unir contra vos, el resto de las civilizaciones aún poseen recursos para haceros frente una vez más
—sentenció convencido Mesala.
—Muy débiles, Mesala, debilitados por las anteriores campañas de mi difunto tío Viktor Raventtloft I.
—Comprendo, de ser así…
—Cara a la galería, nosotros también seremos víctimas de este… ultraje, al igual que los demás, seremos víctimas de la avaricia de los Sillmarem, para que esta jugada parezca verosímil nos suministraremos con los Stocks del Vignis artificial de Invenio, como sabes es diez veces más potente que el natural, Itsake les comprará sus excedentes hasta el último gramo —explicó el Conde.
— ¿Cómo les inculparemos?, los Sillmarem…
—Mesala le miró perplejo.
—No son estúpidos en absoluto, lo sé…
— ¿De qué manera?
—De la más sencilla —dejó caer el Conde disfrutando del efecto que sus palabras provocaban en un confundido Mesala.
—Con las comunicaciones cortadas, Sillmarem no podrá recibir ayuda del exterior, sus aliados estarán tan divididos como confusos, por lo tanto será más fácil someterlos —reflexionó Mesala en voz alta acariciándose el cuello—.
Podría funcionar —añadió un poco más seguro—. Es viable.
—Pero debemos obrar con mucha cautela, colocar nuestras piezas en el lugar y momento adecuados y ganar está partida final, será un final de partida maestra —predijo el Conde.
— ¿Como pretendéis adquirir el gobierno de Krystallus-Nova, mi señor? —preguntó Mesala intrigado.
—La primera fase de nuestro plan será hacer valer nuestro derecho como representantes en el alto consejo de los Sistemas Unidos y máximos accionistas de los directorios económicos de Krystallus-Nova; en el más que posible caso de una provocada guerra civil en Krystallus-Nova, tomaremos el cargo de presidente en funciones y, posteriormente, la de jefe de estado, declarando así la ley marcial en el planeta, restaurando el orden y la paz, el resto será historia.
Las minas de Vignis serán nuestras —especificó el Conde pensativo—. Itsake ha recibido instrucciones muy precisas al respecto, sé que no me fallará —remarcó el Conde con un toque de orgullo que provocó el fruncimiento de la frente de Mesala.
—Para ello, deberemos tener colaboradores dentro de Krystallus-Nova
—hizo notar Mesala. El Conde inspiró con paciencia.
—Nuestros mejores agentes llevan mucho tiempo trabajando en ello, los principales partidos políticos se hallan controlados por mis mejores hombres sobre el terreno, diez años de preparación en el exilió dan para mucho, como podrás ver —le indicó el Conde satisfecho.
—Mi señor, ¿cómo?…
—La riqueza atrae a lo corruptible —recitó el Conde con impaciencia.
—Sí, desde cierto punto de vista —dijo Mesala con un acento que irritó al Conde.
—Los miembros de sus estamentos políticos pueden, y de hecho lo son, ser tan corruptibles como el que más
—aclaró el Conde.
—Cierto.
—Ten en cuenta que, de ser así, las compensaciones serán altas, es la cantinela de siempre la avaricia de los hombres, poder y dinero —observó el Conde como si fuera una lección de sobras repetida y usada para su propio beneficio.
—Si no puedes con él, únete a él, es un milenario proverbio antiguo con un significado de lo más actual en los tiempos que corren —añadió el Conde.
—Una antigua máxima muy acorde con los tiempos actuales, desde luego, les forzaremos a unirse por su propio bien —asintió Mesala más convencido.
—Y el nuestro, Mesala, el nuestro —murmuró el Conde matizando con candidez, por lo que Mesala percibía que el estado anímico de su señor era de los más peligroso en aquel momento; debía obrar sopesando cada paso a seguir.
—Sobre todo el nuestro —aseguró Mesala con calma.
— ¿Vuestras ordenes, mi señor? —preguntó Mesala completamente concentrado en los labios de su señor.
—El golpe de estado deberá llevarse con la mayor discreción posible —señaló el Conde—. Itsake tomará contacto con nuestros infiltrados y escogerá un selecto grupo de agentes entre mis Walkirias para este servicio, sólo usaremos a mis Walkirias, los generales y sus Casacas Negras permanecerán al margen, no deben saber nada de esta operación —advirtió el Conde.
—Será una operación complicada, es un juego a varias bandas —señaló Mesala.
—Los Casacas Negras nada deben saber de las operaciones de mis Walkirias, ni estas de los Koperian, por el momento —especificó el Conde.
—Ardua tarea para Itsake, mi señor.
—No pierdas cuidado, Itsake sabe muy bien qué hacer. En el momento de crisis actuará con precisión y aplicará mis directrices al pie de la letra —recalcó el Conde muy seguro de sí mismo.
—Nuestros generales Casacas Negras estarán ocupados con la primera y más importante prioridad para nosotros, arrasaremos civilización tras civilización sin excepciones, pero antes purgaremos a la alta nobleza Imperial, se acabaron la intrigas palaciegas y de corte, mi dominio debe ser completo, sin ningún tipo de problema domestico imperial —soltó el Conde con una locuacidad que preocupó a Mesala, su señor cada vez se volvía más inestable y frívolo tras la ingesta del Elixir de Vitava modificado con el ADN del primogénito de Valdyn Sillmarem.
—Exterminaré y sustituiré a los seres humanos por una nueva raza digna de mi creación, una raza de dioses… Está al alcance de nuestra mano, Mesala. Ahora, más que nunca, es el momento, mi momento —aseguró el Conde.
—Mi señor, algunos Generales de la vieja guardia pueden poner objeciones al respecto —le recordó Mesala.
El Conde suspiró con hastío.
—Una lista con sus nombres y localizaciones ha sido dispuesta para nuestros comandos de asalto, me temo que muchos tendrán una jubilación prematura a perpetuidad
—gruñó el Conde.
—Mi señor, eso no gustará nada al resto de generales del Imperio, aunque estén en nuestro bando —advirtió Mesala cada vez más preocupado.
—En cuanto el Vignis y poder de Krysstallus-Nova sea nuestro, serán discretamente sustituidos por mis mejores comandantes de las Walkirias, neutralizaremos sus cadenas de mando el día del golpe de estado —cortó el Conde, con impaciencia.
—Mi señor, las variantes implicadas en este plan son formidables—musitó Mesala, abrumado—. Siempre hay imprevistos.
—De ser así, improvisaremos.
—Comprendo.
—Créeme: los beneficios también los serán
—pronunció el Conde con alegría.
—Hemos recibido un informe de Sillmarem —le informó Mesala.
— ¿Y? —había excitación contenida en la voz del Conde.
—Los Koperian se emplearon a fondo, el planeta ha sido arrasado, pero, al parecer, son cautos a la hora de enfrentarse a esa otra raza conocida como los Itsos, al parecer los Sillmarem mantienen algún tipo de relación con ellos. Rebecca tenía ciertos vínculos con esta rara especie —observó Mesala intrigado.
— ¿Vínculos?, defíneme esa palabra, Mesala
—ordenó el Conde.
—Una especie de acuerdo, veré lo que puedo averiguar.
—Quiero que mis agentes los investiguen a fondo, saber qué relación tienen los Sillmarem con estos mismos —exigió el Conde—. No quiero cabos sueltos.
—Poseen recursos de lo más insospechados mi señor.
—Eso parece, aunque nosotros también —apuntó el Conde.
—Los Koperian aguardan las órdenes para el asalto final del planeta —confirmó Mesala, quitándose una imaginaria pelusa colgando de su manga.
—Actuarán cuando yo lo diga, ni un segundo antes, ni uno después —sentenció el Conde.
—Sillmarem está vigilado por nuestros hombres día y noche, nada ni nadie entra ni sale sin nuestro control…, están cercados —añadió Mesala.
—El circulo se estrecha a su alrededor y lo saben, quiero que lo sepan y lo sufran, hora tras hora, minuto tras minuto, segundo tras segundo, que sientan la opresión de su inminente muerte —añadió el Conde.
—Sillmarem caerá y, con ellos, el resto de planetas libres —observó Mesala.
—Bien, bien, me place oírte decir eso —comentó el Conde.
—En efecto, por ello sorprenderemos a los Sillmarem en su propio terreno, no olvides preparar adecuadamente las pruebas para la inculpación de los Sillmarem del golpe de estado y los cortes de suministro de Vignis. Pruebas inculpatorias, uniformes, vehículos y demás detalles —dijo el Conde con aburrimiento.
—Serán los culpables de la guerra civil en Krystaluss-Nova, mi señor, y de la caída del ser humano tal y como lo conocemos —corroboró Mesala prendiendo fuego a una pequeña pastilla sobre un cuenco de cerámica. Un agradable aroma de exóticas fragancias impregnó la habitación.
—No olvides que los Koperian son sólo nuestros aliados temporales, no quiero que mantengan ningún tipo de trato con las gentes de los pueblos conquistados, nada de filtraciones, no deben saber ni lo más mínimo de la existencia del elixir de Vitava. Podrían tener aspiraciones propias y causarnos más de un disgusto si supiesen que dicho Elixir podría curarles de la enfermedad que asola a su raza —especificó el Conde señalándole con un dedo.
—Nuestras Walkirias vigilan muy de cerca sus maniobras militares —le tranquilizó Mesala.
—Que los unos nada sepan de los otros, así será más fácil manipularlos —observó el Conde.
—Mi señor, las sumas depositadas en los bancos de Krysstallus-Nova para el pago de los envíos del Vignis artificial de Invenio, nos obligarán a desplazar grandes sumas de dinero —le advirtió Mesala preocupado.
—No pongas ningún tipo de traba al precio que exijan como pago, por alto que este sea —dijo el Conde sonriente.
—Mi señor, nos puede llevar a la ruina, abusaran de las tremendas demandas energéticas que provocará nuestro bloqueo y control del Vignis natural de Krystallus-Nova, se harán de oro a nuestra costa —se quejó Mesala, escandalizado.
—Una vez hayamos obtenido físicamente hasta el último gramo de sus stocks de Vignis artificial, congelaremos sus cuentas corrientes en los mismos bancos de Krystallus-Nova, puede que incluso, en su momento, se vean obligados a cedernos la patente para la fabricación de su precioso Vignis artificial —señaló el Conde divertido.
—Mi señor, eso es, es…
—Práctico, mi buen Mesala, algo muy práctico: tenemos la eternidad para especular, construir o destruir por igual. Sí, he de admitir que esto me está empezando a gustar, se inicia para nosotros un vasto abanico de infinidad de posibilidades —especuló el Conde. Su rostro era el más claro símbolo de la felicidad y satisfacción.
—Magníficas posibilidades —repitió Mesala.
—Y no lo olvides, con las civilizaciones divididas e incomunicadas, sin energía para su funcionamiento, la Interfederación caerá y el resto de los pueblos libres de una manera consecutiva, el golpe final lo haremos en Sillmarem. Sólo debemos aguardar un poco más
—argumentó el Conde cerrando los ojos.
—Mi señor, después de tantos años, la espera bien merece la pena. Los Sillmarem serán aniquilados para siempre, empezando por sus Delphinasills.
—Exacto —el Conde inspiró el incienso y comenzó a tararear una cancioncilla de su invención.
— ¿Mi señor? ¿Deseáis algo más?
—Bien, puedes retirarte Mesala —concedió el Conde mientras con una mano ojeaba un libro de Cristanio y con la otra dibujaba monigotes de luz en el aire con un pequeño pincel de luz, Mesala se inclinó y fue a retirarse cuando el talón de su pie, quizá debido a lo profundo de su ensimismamiento, aplastó el rabo de una de las mascotas del Conde, sintiendo como, repentinamente, un profundo rugido le ensordecía. Se giró acto seguido sobre sí mismo, casi desenfundando su arma de reglamento.
— ¡Calígula! ¡Nerón! ¡Dejadle! ¡Ya! —retumbó a su vez el Conde. Mesala, con el rostro pálido, se inclinó en silencio de nuevo.
—Ha sido un accidente, pequeñines —dijo el Conde. Mesala deglutió.
—Mi buen Mesala, son como su dueño, no se dejan pisotear por nadie —observó el Conde divertido. Mesala trató de sonreír y desapareció como una exhalación de la vista de su señor.
Energía y colapso, su señor minaría con cargas de explosión masiva las minas de Vignis de Krysstallus-Nova, amenazando con destruirlas y paralizando así las industrias de las civilizaciones conocidas, su dependencia energética les hacía vulnerables y su señor explotaría aquella ventaja hasta el límite. Mesala se preguntó hasta dónde llegaría ese límite, un profundo desasosiego inundó su ánimo con oscuros presentimientos.
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